PROCLAMACIÓN DE ISABEL COMO REINA DE CASTILLA


El día 11 de diciembre de 1474 fallecía en Madrid, el Rey Enrique IV. A las pocas horas, se enteró del fallecimiento su hermana, la princesa Isabel vistió su casa de luto.

“Previno para el siguiente día lunes oficio funeral por el difunto rey en la iglesia catedral, y que todos los sacerdotes en parroquias y conventos ofreciesen sacrificios por el descanso de su alma. Todo se cumplió con la solemnidad que permitió la estrechura del tiempo”.

La ciudad se juntó en el atrio de las iglesias de San Miguel, lugar entonces de su ayuntamiento y ordenó que “el doctor Sancho García del Espinar, su letrado con cuatro regidores, Rodrigo de Peñalosa, Juan de Contreras, Juan de Samaniego y Luis Mexía, de parte de la Ciudad, significasen a su Alteza el sentimiento de la muerte de su hermano y el contento de sucesión tan feliz para nuestra ciudad que estaba pronta y dispuesta para cuanto su Alteza ordenase”.



Al día siguiente, martes 13 de diciembre, día de Santa Lucía, todo se dispuso para la proclamación de Isabel como Reina de Castilla en la plaza de San Miguel. Se levantó un cadalso cubierto con brocados.  Los nobles de esta ciudad fueron hasta el Alcázar para buscar a la todavía princesa, con lucimiento y gala. El pueblo dividido en gremios y oficios concurrió en la plaza en su espera a su llegada. Isabel salió del Alcázar montada en su caballo “de hermosa y real presencia, estatura mediana bien compuesta, de color blanco y rubio, ojos entre verdes y azules, de alegre y severo movimiento, todas las acciones del rostro de hermosa proporción, en el habla y acciones natural agrado y brío majestuoso”.




Isabel contaba entonces con 23 años. Debajo del palio la recibieron en el atrio de la iglesia de San Miguel los regidores Rodrigo de Peñalosa, Juan de Samaniego, Luis Mexía, Pedro Arias, Juan de Contreras, Fernando de Avendaño, Gonzalo del Río, Francisco de Porras, Gonzalo López de Cuéllar, Pedro Hernández de Rosales y Juan del Río (…). Dejó la reina el palafrén y subiendo con majestad al teatro ocupó una silla que sobre tres gradas se levantaba en medio. Al lado derecho asistía en pie don Gutiérrez de Cárdenas con el estoque.

Y a poco rato, habiendo los reyes de armas prevenido silencio, un faraute dijo en voz alta: “Castilla, Castilla, por el rey don Fernando y la reina doña Isabel” Y levantando el estandarte real, sonaron los instrumentos, aplaudiendo nuestro pueblo ya alegrándose nuestra ciudad”.  Finalizada la proclamación la reina oró en el altar mayor de la antigua catedral donde se cantó el himno Te Deum laudamus.